La vanidad del
poder
La Fiesta del
Chivo es una novela basada en la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina. Mario
Vargas Llosa, su autor después de intensa
investigación de tres años, reconstruye la larga espera de los conjurados para
ajusticiar al dictador y luego, recrea
la persecución y vejación que sufrieron los que participaron en la
conspiración.
La construcción del texto está sustentada en tres
planos narrativos simultáneos, en uno de estos se instala en la propia voz y
conciencia del dictador dominicano y la ambigua relación que establece con sus
colaboradores más cercanos, entre ellos, el jefe del temido Servicio de
Inteligencia Militar (SIM) Johnny Abbes; el senador Henry Chirinos, el presidente
"fantoche" Joaquín Balaguer, experto en artimañas
jurídico-constitucionales; el ministro de las Fuerzas Armadas, general José
René Román, y el presidente del Senado, Agustín Cabral, "Cerebrito",
caído en desgracia a pesar de entregar 30 años de su vida a la defensa de la
obra del Benefactor.
A través de su voz, el tirano, no solo nos brinda
información de su personalidad, sus conflictos, sus miedos, sus pensamientos y
sus glorias sino que también nos manifiesta que padece una enfermedad
psicológica porque un ser racional no cometería los crímenes que él cometió sin
sentir culpa alguna.
Los griegos fueron
los primeros en utilizar la palabra “hybris” para definir al héroe que
conquista la gloria y que, ebrio de poder y de éxito, comienza a comportarse
como un dios, capaz de cualquier cosa.
Según David Owen, médico neurólogo y ex ministro de
Sanidad y de Asuntos Exteriores británico, este desequilibrio emocional es
padecido por algunos políticos, y que él lo denomina síndrome de hybris. Se
trata de una patología que afecta a determinados políticos con alta
responsabilidad de gobierno, que se inicia desde una megalomanía instaurada y
termina en una paranoia acentuada. Una persona más o menos normal de repente
alcanza el poder y al principio le asalta la duda de si será capaz de
desarrollar esa actividad engrandecida de la política. Pero pronto sale de la
duda porque empieza a merodearle una legión de incondicionales que no cesan de
felicitarle, darle palmaditas en la espalda y recibir halagos, reconociéndole
su valía.
Las
principales características de esta enfermedad se manifiestan claramente en
Trujillo; porque tiene excesiva
confianza en el mismo y no acepta las críticas, esto se evidencia cuando manda asesinar a todos sus adversarios con Abbes y
en el momento en que se atreve a enfrentar a la iglesia aún sabiendo que esta
es un enemigo difícil de combatir.
Al igual que
los dioses griegos Trujillo se sentía divinizado ya que sus servidores no se
cansaban de adularlo y siempre permitían que el generalísimo los humillara.
Se
consideraba que su capacidad para restaurar
energía en poco tiempo y su voluntad aguerrida y enérgica eran de un ser
sobrenatural. Se
preocupa excesivamente por la
imagen y la presentación, no admitía la dejadez y el desorden de ningún
oficial, si observaba un botón caído o una mancha los castigaba expulsándolos o
volviéndolos a cargos más inferiores.
También sus
pensamientos se agolpan, habla muy de prisa, saltando de una idea a otra y
manifiesta incapacidad para concentrarse.
Posee
una irritabilidad extrema no solo con sus enemigos sino que también con las
personas que son de su círculo íntimo, como su esposa, sus ministros y hasta
con seres totalmente inofensivos como Chapita y Navajita, dos viejitos
desequilibrados, que fueron asesinados
por los calies tras hacer una parodia sobre el generalísimo.
“Él no se había arrepentido jamás de
nada.”(pág.38)
Además
de todos los defectos de este dictador contemplados anteriormente se pudo
apreciar una propensión narcisista a ver su mundo principalmente como un
escenario donde ejercitar su poder y buscar la gloria.
_” Por este
país, yo me he manchado de sangre_ afirmó deletreando_. Para que los negros no
nos colonizaran otra vez. Eran decenas de miles, por todas partes.”(pág. 217)
Por si fuera
poco, el chivo, como lo decían se gano su sobrenombre gracias a su fama de gran
fornicador, otro rasgo del hybris. El padre de la patria empezó a perder su
confianza a partir del encuentro con Urania Cabral, porque creía que su
impotencia era signo de decadencia.
Por
último, cabe destacar que efectivamente Rafael Leónidas Trujillo es un personaje
que padeció de la enfermedad del poder porque no tiene autocrítica, es obsesivo
con la limpieza y el arreglo personal y sobre todo también utiliza el poder
para beneficios personales.